De no transformarse la educación en las escuelas, desaparecerá por la advertida obsolescencia de sus centenarios métodos.
Desde hace años se suele representar la realidad en el mundo a partir de plataformas simplificadas, relacionadas con visiones colectivas. El concepto VUCA (acrónimo en inglés) es una metáfora a través de la cual se explicaba el mundo en relación con cuatro dimensiones: Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad. Era la lectura del mundo de finales del siglo pasado y comienzos de este.
En esos años, mientras el mundo giraba a gran velocidad por el desbordado desarrollo de las tecnologías en los sectores económicos, la escuela seguía siendo un constructo de la revolución industrial con pupitres alineados en filas, autoritarismo, asignaturas desconectadas entre sí, enfoque en la enseñanza de escucha y memorización de información, el silencio como indicador de éxito, la obediencia sin cuestionamientos como único criterio de disciplina y la cantidad de cuadernos llenos, como indicador de calidad… A decir verdad, aún lo es.
En el año 2016 se acuña un nuevo término. Una corriente de interpretación de escenarios que posteriormente fue impulsada por la pandemia. Se trata de BANI: un concepto que pretende explicar las tendencias mundiales y anticipar escenarios de futuro en torno a la definición de una realidad de caos y confusión. Se representan allí cuatro entornos:
B (Brittle) frágil o quebradizo
A (Anxious) sensación de ansiedad
N (Non linear) no lineal
I (Incomprehensible) incomprensible
En educación estas representaciones tienen alta relación con la realidad. Un entorno “Brittle”, frágil o quebradizo, representaría la ilusoria fortaleza de los sistemas académicos que siguen aferrados al pasado. Instituciones educativas con aparente solidez, en momentos en que las redes sociales y la inteligencia artificial (IA) le generan inusual competencia y ponen en riesgo su existencia.
En el entorno “Anxious”, se encuentran los actores de las comunidades educativas. Directivos académicos que enfrentan el inquietante reto de captar la atención de una nueva generación de estudiantes con instrumentos poco sensibles a la época. Docentes cuyas ansiedades atraviesan por enfrentar la presión de nuevas labores burocráticas, generaciones de cristal y familias angustiadas por el futuro. Empresarios que reclaman jóvenes con mayores coeficientes de adaptabilidad y desarrollo de habilidades del siglo XXI, para afrontar mercados altamente competitivos. Niños y adolescentes, con ansiedad de acceder al mundo del conocimiento en un solo click. Como diría Savater, ellos pueden “aprenderlo todo desde el principio, sin respeto por los trámites pedagógicos”.
En este entorno de ansiedad también están las familias. Ian Jukes ha insistido en que “tenemos que preparar a los estudiantes para su futuro, no para nuestro pasado”, pero muchas familias, agobiadas por la ansiedad que genera la incertidumbre, instan a las escuelas a repetir las prácticas con que ellas fueron formadas: obediencia, pasividad, memorización… En fin, fórmulas «probadas» en otra época, que ayudan a contener cierta ola de libre albedrío.
En relación con un entorno “Non linear”, se percibe claramente la No linealidad en las abruptas embestidas que la tecnología produce cada cierto tiempo en las anquilosadas prácticas educativas. Esto ha causado una evidente desconexión entre: los viejos paradigmas de la educación; los bien intencionados esfuerzos activistas de los docentes; y las expectativas de vida de nuestros disruptivos estudiantes con sus propias nociones de linealidad.
Por último, un entorno “Incomprehensible” está altamente influenciado por la cantidad de información que se produce cada día en el mundo. Según “worldometers”, en un día como hoy circulan más de 217 millones de periódicos y se envían más de 137 mil millones de correos electrónicos por más de 5.600 millones de usuarios de internet en el mundo…
Esta incomprensibilidad e ilegibilidad de los escenarios del planeta, vincula también a la educación, entre otras razones, por el efecto de la inteligencia artificial. A través de innumerables aplicaciones informáticas, la IA es capaz de responder cualquier tipo de evaluación y elaborar complejos ensayos que antes eran exclusivos de construcciones humanas, lo cual es ya, materia de serios cuestionamientos.
Sin embargo, las posibilidades de personalización, adaptación de contenidos a los ritmos y estilos de aprendizaje, atención a estudiantes 24 horas, retroalimentación en tiempo real, predicción de situaciones de deserción escolar, entre otras oportunidades, sugieren articular esta inteligencia artificial con los escenarios académicos. De hecho, hace poco, la Unesco publicó el primer “Consenso sobre la inteligencia artificial y la educación”, como parte de las estrategias de la Agenda 2030 en Educación.
¿Educación Cuatro Punto Cero?
La cuarta revolución industrial, plagada de nanotecnologías, robots y drones, entre muchas otras expresiones tecnológicas, tiene la capacidad de extinguir, como efecto colateral (igual que en el pasado), un sinnúmero de profesiones y escenarios que aun sobreviven, entre ellos, la escuela, que, de no alinearse a esta época, podrá desaparecer por una sencilla razón de inefectividad demostrada.
Y en esta cuarta revolución… ¿Qué podríamos entender por Educación 4.0?, acaso ¿una ruptura del tiempo y el espacio? ¿Acaso son los tiempos y los espacios de la escuela, hoy, la única oportunidad de formación? Y para ir más allá…, ¿acaso son la mejor alternativa en esta época…?
Pues bien, el riesgo para la actual educación radica en que un día los críticos e insurrectos jóvenes, podrán concluir peligrosa pero comprensiblemente, que la escuela ya no es la mejor alternativa de formación para su generación. Se trata de nuevos estudiantes que no tienen por qué entender las inflexibles lógicas de hace varios siglos, sobre las que se encuentra fundada la escuela de hoy: currículos inamovibles, intransigentes y semaforizados en rojo.
Hoy, emergen alternativas globales muy válidas para desarrollar procesos de educación con paradigmas de avanzada. Ofertas desescolarizadas en línea, compiten con la tradicional oferta educativa a través de transnacionales con currículos flexibles, basados en proyectos, validez internacional, con mentores (en lugar de maestros)…
La tridimensionalidad de la realidad virtual se acerca más a los nuevos entornos, que los bidimensionales dispositivos del siglo XX. Los ecosistemas digitales: plataformas virtuales, simuladores en línea y sesiones de streaming, entre otros, deben entenderse como pertinentes recursos educativos, para oxigenar un poco la agonizante educación convencional.
El paradigma de aprender a lo largo de toda la vida, debe producir una reflexión en torno a lo que ha de significar la educación del futuro. Nunca como ahora, ha sido tan vigente el mensaje de Dewey, cuando afirmaba que “la educación no es preparación para la vida; la educación es la vida en sí misma”.
Hoy no se puede seguir sosteniendo que la educación deba ser una especie de prerrequisito para enfrentar el futuro. La felicidad no está en el destino, sino en el viaje; y el viaje de la vida en el que la educación es su equipaje sustancial, debe entenderse con todo el sentido, ya que contiene el fin en sí mismo: la vida.
Las innovaciones educativas son extraordinarios instrumentos para reimaginar y diseñar el futuro
Estas propuestas centradas en el aprendizaje y con mayor grado de personalización, suponen nuevos paradigmas mentales, liderazgos con determinación y talentosos equipos de creativos académicos. El reto no es practicar cosméticas reformas a los convencionales modelos educativos, sino propiciar verdaderas transformaciones estructurales, capaces de entender los ritmos y formas de aprendizaje de esta generación, su natural armonía con los entornos digitales y la necesidad de valorar las dimensiones del ser como pilares fundamentales que tanto reclama la sociedad.
Según el Foro económico Mundial, en el informe “The Future of Jobs Report 2023”, las habilidades transversales más demandadas son: “pensamiento analítico; pensamiento creativo; resiliencia, flexibilidad y agilidad; motivación y autoconciencia; curiosidad y aprendizaje permanente; alfabetización tecnológica; confiabilidad y atención a los detalles; empatía y escucha activa; liderazgo e influencia social; y control de calidad.”… Evidentemente, no es este el resultado (ni la intención) del grueso de los actuales sistemas educativos.
En un entorno BANI, de caos, confusión y transformaciones aceleradas, hay que entender y aceptar la inevitabilidad del cambio, para gestionar lo novedoso con saldo positivo. Sobre este concepto que se encuentra en desarrollo, expertos en la materia han planteado dispositivos estratégicos como la «antifragilidad». ¿Cómo las organizaciones pueden asumir posturas ofensivas en las crisis emergentes y sobresalir más fuertes?…
Las innovaciones educativas, cuya tarea es formar a la generación que ha de afrontar estas crisis emergentes, deben generar las capacidades necesarias en equipos de alto desempeño para visualizar las oportunidades de los nuevos escenarios y capitalizarlos de manera adecuada con resiliencia, colaboración, flexibilidad y pensamiento crítico.
Se ha de enfocar los esfuerzos en el desarrollo de una agenda estratégica, considerando que la disrupción es la nueva realidad. Estas innovaciones educativas han de promover con determinación la inteligencia emocional, la felicidad, la creatividad, la cooperación, la inteligencia financiera, el emprendimiento, la programación, los idiomas, la investigación, el aprendizaje por proyectos, el desarrollo sostenible…
Aprender a aprender y aprender a hacer, como parte del paradigma de aprender a lo largo de toda la vida son determinantes en el éxito y la felicidad de estas generaciones; pero focalizar acciones concretas y transversales en los currículos para aprender a ser y aprender a convivir, esto de verdad contribuiría al propósito de la Unesco, de “Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres”, y de paso, rescataría de nuevo el sentido de la existencia de las escuelas en el siglo XXI.
Carlos Fernando Cometa Hortúa